Sacco y Vanzetti

Entre la estética de una película y la autenticidad documental, Giuliano Montaldo dirigió este filme en 1971. Se trata de una obra que dramatiza fielmente un hecho histórico: el caso Sacco y Vanzetti. Por tanto, aunque a continuación escriba en clave histórica, el discurso ha de ser entendido como si de una sinopsis se tratase.


Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti son dos anarquistas italianos que emigran a EEUU a principios del siglo XX. Uno limpiador de botas y el otro pescadero, Sacco y Vanzetti acuden frecuentemente a asambleas sidicales y leen a los clásicos del anarquismo: Bakunin, Kropotkin, etcétera.


Cierto día, el país sufre un ataque con bomba, el cual las fruezas de seguridad atribuyen al movimiento anarquista. Nuestros dos protagonistas son sospechos por partida doble: son anarquistas e inmigrantes. De este modo, ambos son detenidos por robo a mano armada y asesinato.


Durante el juicio, que ocupa gran parte de la película, los abogados no solo demuestran la inocencia de los acusados, sino que además evidencian las triquiñuelas que habían inventado las autoridades estadounidenses para inculparles. Así pues, en el film veremos cómo todas las acusaciones hacia los italanos van cayendo una por una.


Pese a las demostraciones de su inocencia, Sacco y Vanzetti son condenados a morir en la silla eléctrica, ejecución que se realiza en agosto de 1927 en Massachusetts. Al final de la película, podemos escuchar el alegato de Vanzetti, un discurso fabuloso que recrimina a los jueces que se les condena a muerte por ser anarquistas.

 

Este docudrama trata un hecho concreto que, no obstante, no es una excepción. Tanto anarquistas como numerosos grupos izquierdistas han sufrido a lo largo de la historia la persecución y la difamación. En este caso, el turno es del EEUU, donde varias décadas antes, la lucha obrera conquistó la jornada laboral de 8 horas. Los Mártires de Chicago no cayeron en vano, aunque todo lo conseguido con tanto esfuerzo y sangre parece disolverse cada día que pasa.

This is England

Corren los años 80 en un barrio de la Inglaterra de Margaret Thatcher, de la guerra de las Malvinas y del auge del movimiento skinhead.


Shaun es un joven de 12 años cuyo padre ha muerto en la guerra de las Malvinas. Un enfrentamiento innecesario que, no obstante, despertó una aprovación masiva a la dama de hierro.


El chico, que no logra adaptarse a su nueva ciudad ni a su nueva escuela, conoce a un grupo de skinheads que le acogen como uno más... pero no todos. Pese a que no se ganó la simpatía de toda la banda en un comienzo, Shaun acaba siendo aceptado.


Influido por sus nuevos amigos, Shaun se rapa la cabeza y compra el atuendo característico de los skinheads: botas altas, camisas de cuadros y tirantes.


Poco después aparece Combo, un antiguo miembro de la banda que tras pasar tres años en la cárcel, regresa con ideas ultranacionalistas y racistas. Para Combo, la culpa del desempleo y de la guerra la tienen los paquistaníes y los negros.


Combo llega a dividir el grupo y atrae consigo a Shaun. Ambos grupos se separan. Los unos siguen fieles a su ideario antirracista y antifascista. Los otros asisten a mítines de partidos neonazis.


Tal es la tensión que Combo acabará aparentemente matando a puñetazos a Milky, el amigo negro de Shaun. Y digo «aparentemente» porque eso es lo que interpretamos al final de la película. Sin embargo, varios meses más tarde del estreno de esta película, aparece This is England 86, una serie en la que aparecen los mismos personajes, Milky incluido.


Desde el punto de vista estético, recomiendo fervientemente esta película. La vestimenta de los personajes es un espejo fiel del movimiento skinhead de los años 80.


Asimismo, el film está ambientado con la música ska - reggae propia de los skins ochenteros: Toots & The Maytals, The Cimarons, UK Subs, The Specials, etcétera.


Por último, y en contra de lo que mucha gente considera, he de señalar que el movimiento skinhead surgió como una subcultura ligada al antirracismo y al antifascismo. De hecho, las siglas de SHARP (Skinheads Against Racial Prejudice) así lo demuestran.


Sin embargo, los skins fascistas llegaron a adoptar la misma estética y se asimilaron bastante a los antifascistas. Por consiguiente, estos últimos pasaron a ser conocidos como redskins, en alusión a su ideología comunista o anarquista.

Libertarias

En 1996, Vicente Aranda dirigió esta película en la que nos retrotraemos a la Guerra Civil española. Frente al imperativo oficial de no reabrir heridas, el cual supone olvidar que muchos actuales mandatarios y banqueros son los hijos y nietos de los que en su día se alzaron contra la II República, Aranda llegó a afirmar lo siguiente: «Somos hijos, hermanos y nietos de la gente que vivió aquello y yo no estoy dispuesto a ser colaborador de la amnesia del país. La utopía solo será algo absolutamente irrealizable si dejamos de pensar en ella».
La protagonista de la película va a ser la mujer. María es una joven monja cuyo convento va a ser quemado uno de los primeros días de la contienda. Así, busca refugio en un burdel donde posteriormente llega un grupo de milicianas anarquistas para crear conciencia y reclutar mujeres a su causa.

María acompaña a las milicianas al frente del Ebro donde vive de primera mano la solidaridad libertaria pero también la dureza de la guerra. Ella misma, en un principio reticente con la filosofía anarquista, acabará comprendiendo su moral y objetivos en la construcción de un mundo mejor.


En este film veremos dos mundos paralelos aunque no siempre contradictorios: el de los hombres y el de las mujeres. Algunos de ellos, como el legendario Buenaventura Durruti, se negaban a la participación de las mujeres en el frente. Según ellos, estas serían más útiles en los talleres confeccionando la ropa de los milicianos.


Sin embargo, dentro del grupo femenino también encontramos cierto machismo. La joven monja, como mujer religiosa y educada en un ambiente represivo, comienza considerando que la guerra es tarea de hombres.


Así pues, en esta película corroboramos el inmenso poder de la ideología. Por muy comunistas o anarquistas que fueran algunos hombres durante la Guerra Civil, el sentido común de época hacía incompatible que vieran bien la homosexualidad o que las mujeres tuvieran las mismas posibilidades de combatir.


En este sentido, resulta interesante la siguiente anécdota. Tras la proclamación de la II República, se dio en nuestro país un debate entre Clara Campoamor y Victoria Kent, dos feministas e izquierdistas muy relevantes. La primera abogaba por el sufragio femenino mientras que la segunda no estaba tan convencida de ello.


Ante la perplejidad de Clara Campoamor, quien no entendía que una mujer defendiera un postulado contra sí misma, Victoria Kent lo argumentaba del siguiente modo: la Iglesia tenía un peso tan grande en la formación moral de las mujeres de aquella época, que si se les permitía votar lo iban a hacer contra sus propios intereses.


Muchos intelectuales izquierdistas estimaron que la piedra angular del poder se encontraba en las relaciones de producción entre asalariados y propietarios. Sin embargo, este ejemplo demuestra que existen otros espacios fundamentales donde se crea hegemonía, los cuales van más allá de la maquinaria estatal.


Como señalaron Gramsci o Althusser, la ideología y el sentido comun los podemos encontrar en la escuela, la Iglesia, la estructura familiar, el cine, la radio,la TV, la prensa, etcétera.

Che: el argentino


Todo hecho histórico relevante cuenta al menos con una película. En este caso, no podía faltar una sobre la Revolución cubana, la cual echa a andar a finales de 1956. El filme de Steven Soderbergh está dividido en dos partes, Che: el argentino y Che: guerrilla, pero nos centraremos en la primera.


Hastiados de la dictadura de Batista que había convertido Cuba en un casino y un burdel de los hombres de negocios norteamericanos, un grupo de unos 80 combatientes se disponen a marchar desde México a Cuba a bordo del yate Granma.


Entre ellos se encuentran destacados revolucionarios como Camilo Cienfuegos, Juan Almeida o Raúl Castro. Sin embargo, los dos protagonistas, tanto de la película como del propio evento histórico, son Fidel Castro y Ernesto Che Guevara. Ambos se habían conocido en México y desde un comienzo labraron una relación intensa de cooperación y admiración.


Por un lado, Fidel es un joven abogado que había pertenecido al Partido Ortodoxo cubano e ideológicamente se situaba en el nacionalismo y antiimperialismo. Después de pasar un tiempo en prisión por sus actividades contra Fulgencio Batista, Fidel es liberado.


Por otro lado, el Che Guevara es un médico de profesión que había leído a los clásicos del socialismo y no dudaba en declararse marxista-leninista.


Siguiendo la táctica de la guerra de guerrillas y sufriendo numerosas adversidades, la tropa va abriéndose camino desde Sierra Maestra hasta que llegan a La Habana el 1 de enero de 1959.


Una vez los barbudos se han hecho con el poder, la revolución no ha dado más que comienzo. Ahora es hora de llevar a cabo un ambicioso programa socialista que devolverá al pueblo cubano su independencia.


Gran parte de la película se centra en las declaraciones que hizo el Che ante la ONU en 1964 como representante de Cuba.


Una de sus declaraciones que ha generado más polémica la podemos encontrar precisamente en esta película. Con rotundidad, el argentino afirma que los guerrilleros cubanos han fusilado, fusilan y seguirán fusilando. Hay quienes ven en sus palabras una especie de oda a la muerte («patria o muerte»). Sin embargo, los guerrilleros no encontraron otra salida para derrocar a Batista, pues a través de la vía democrática resultaba imposible (que se lo pregunten a Salvador Allende).


Asimismo, los juicios y ejecuciones que arribaron posteriormente respondían a la propia ideología marxista-leninista en la que los guerrilleras estaban formados. Para Marx, una vez ha triunfado la revolución, los terratenientes y la burguesía no van a quedarse de brazos cruzados, sino que van a contraatacar. La historia está plagada de ejemplos. Así pues, los revolucionarios han de estar alerta y reprimir cualquier intento subversivo.

Tanto esta película como su segunda parte sirven para ahondar un poco no solo en la historia de Cuba sino en la historia de un verdadero referente del socialismo internacional. Un país difamado, unos dirigentes tachados de dictadores endiablados. ¡Pero qué atrevida es la ignorancia!


Pocos saben que en Cuba hay elecciones bastante más democráticas que en España, en las cuales se puede presentar cualquier vecino sin necesidad de pertenecer al Partido Comunista de Cuba. Es más, el presidente, sea Fidel o Raúl Castro, han de someterse a una doble elección. En primer lugar, deben ser propuestos por los vecinos de su municipio. En segundo lugar, han de ser elegidos por los diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Para más información, y de este modo ayudar a combatir la desinformación que vivimos en occidente, dejo los dos siguientes vídeos:




Estado de sitio

El franco-griego Costa-Gavras nos trajo en 1972 un film donde vuelve a plasmar su izquierdismo pero con un planteamiento marcado por el desprecio a la violencia.


La película cuenta como el movimiento uruguayo Tupamaro secuestra a Philip Michael Santore, un funcionario ligado a la CIA. Este marco encuadra la compleja relación entre el terrorismo y la lucha por la libertad, situación que se daba a menudo en los años 70 y 80 en países como Irlanda, España, Nicaragua, Bolivia y el propio Uruguay.

Los guerrilleros interrogan al secuestrado, el cual viene a representar toda esa maquinaria estadounidense que derrocaba gobiernos izquierdistas en América Latina y que declaraba la guerra a todo aquel que no se subordinase al imperio. 


Tras dicho interrogatorio, los Tupamaros establecen las condiciones para liberar al rehén: habrían de ser puestos en libertad 150 guerrilleros encarcelados.Esta petición genera un debate intenso en la sociedad civil que conduce a una crisis política.

Good bye, Lenin!

«Todo lo que nos decían del comunismo era mentira; pero lo peor es que todo lo que nos contaron del capitalismo era verdad» Chiste popular de los países exsocialistas.


1989 en la República Democrática Alemana (RDA). Una mujer orgullosa del socialismo construido en la RDA, Christiane, entra en coma cuando ve a su hijo en una manifestación en contra Erich Honecker (secretario general del Partido Socialista Unificado de Alemania).


Tras ocho meses, Christiane supera el coma justo unos días después de que cayera el muro de Berlín. Los médicos indican a los hijos que han de cuidarla y que no debe exponerse a alteraciones. A partir de aquí, sus hijos se las ingenian para que su madre crea que nada ha cambiado, que su patria socialista sigue intacta.


Tarea cuando menos complicada, puesto que el capitalismo de occidente entra como una bestia en la RDA: aparece Burger King, tiendas de Coca Cola, retiran la estatua de Lenin, etcétera.


Toda esta realidad que los jóvenes han de ocultar a su madre llena la película de escenas divertidísimas no exentas de crítica a la globalización imperante de aquella época.


Como cualquier barrera que se imponga a la población y que impida su libertad de movimiento, el muro de Berlín fue sin duda criticable. No obstante, los derechos y diversos sistemas, como el sanitario, del que gozaban los trabajadores de la RDA los perdieron tras la reunificación.


Es más, está demostrado que en los barrios berlineses pertenecientes a la antigua RDA, la mayoría sigue votando a partidos socialistas.


La caída del muro y el hundimiento del bloque soviético supuso un desastre desde el punto de vista geoestratégico. Francis Fukuyama, funcionario del Departamento de Estado de los EEUU, habló en su libro El fin de la utopía del fin de la historia: el comunismo ha sido derrotado y el capitalismo ha demostrado ser el mejor de los sistemas y el único viable.




Sin embargo, pocos se fijan en que al final del libro, Fukuyama afirma que el capitalismo es el único que cumplirá el sueño de Karl Marx: eliminar las clases sociales y la pobreza. Dos décadas después, seguimos esperando que esa profecía se cumpla, lo cual resulta absurdo en la medida en que el capitalismo ha pronunciado la diferencia entre clases y ha agravado el problema de la miseria.


Capitanes de abril



Maria de Medeiros nos cautivará en esta ocasión con una película que relata los últimos momentos de la dictadura de Salazar en Portugal. El que había sido uno de los regímenes totalitarios más largos en Europa se viene abajo tras perder el apoyo del ejército.


Por un lado, la ciudadanía veía escasas oportunidades laborales, hambre y miseria. Por otro lado, la oposición política clandestina, con Álvaro Cunhal como uno de sus máximos exponentes, sufría la represión más atroz.


Asimismo, y en mi opinión el elemento crucial, el ejército portugués no encontraba sentido almantenimiento de las colonias en África. Todo ello fue un caldo de cultivo para que el 25 de abril de 1974, los hechos conocidos como la Revolución de los claveles, diera fin a la dictadura de Salazar.


Frase acertada la de Mao Tse-Tung cuando afirmó que «el poder emana de la boca de los fusiles». Una dictadura como la de Salazar no podría haber sido derrocada sin la violencia, sin el poder armamentístico del ejército.


Otro ejemplo lo encontramos en el golpe de Estado a Hugo Chávez en 2002. Pese a que las masas de Cáracas acudieron al Palacio de Miraflores a pedir la vuelta de su presidente, el papel fundamental lo jugaron los paracaidístas, quienes trajeron a Chávez y se negaron a obedecer al nuevo gobierno caciquil de Pedro Carmona.


Caso contrario es el que vivimos en España, donde el ejército apoyaba en su mayoría a Franco. Por consiguiente, la Transición a la dmocracia no supuso una ruptura con la dictadura puesto que quienes la dirigieron fueron los antiguos franquistas. Al Tribunal del Orden Público solamente se le cambió el nombre por Audiencia Nacional; no hubo una purga de jueces, militares ni policías franquistas; los ricos del franquismo siguieron siendo los ricos de la dmocracia, etcétera. De este modo, la Revolução dos Cravos nos enseñó que la ruptura no la pueden dirigir los mismos dictadores.