Libertarias

En 1996, Vicente Aranda dirigió esta película en la que nos retrotraemos a la Guerra Civil española. Frente al imperativo oficial de no reabrir heridas, el cual supone olvidar que muchos actuales mandatarios y banqueros son los hijos y nietos de los que en su día se alzaron contra la II República, Aranda llegó a afirmar lo siguiente: «Somos hijos, hermanos y nietos de la gente que vivió aquello y yo no estoy dispuesto a ser colaborador de la amnesia del país. La utopía solo será algo absolutamente irrealizable si dejamos de pensar en ella».
La protagonista de la película va a ser la mujer. María es una joven monja cuyo convento va a ser quemado uno de los primeros días de la contienda. Así, busca refugio en un burdel donde posteriormente llega un grupo de milicianas anarquistas para crear conciencia y reclutar mujeres a su causa.

María acompaña a las milicianas al frente del Ebro donde vive de primera mano la solidaridad libertaria pero también la dureza de la guerra. Ella misma, en un principio reticente con la filosofía anarquista, acabará comprendiendo su moral y objetivos en la construcción de un mundo mejor.


En este film veremos dos mundos paralelos aunque no siempre contradictorios: el de los hombres y el de las mujeres. Algunos de ellos, como el legendario Buenaventura Durruti, se negaban a la participación de las mujeres en el frente. Según ellos, estas serían más útiles en los talleres confeccionando la ropa de los milicianos.


Sin embargo, dentro del grupo femenino también encontramos cierto machismo. La joven monja, como mujer religiosa y educada en un ambiente represivo, comienza considerando que la guerra es tarea de hombres.


Así pues, en esta película corroboramos el inmenso poder de la ideología. Por muy comunistas o anarquistas que fueran algunos hombres durante la Guerra Civil, el sentido común de época hacía incompatible que vieran bien la homosexualidad o que las mujeres tuvieran las mismas posibilidades de combatir.


En este sentido, resulta interesante la siguiente anécdota. Tras la proclamación de la II República, se dio en nuestro país un debate entre Clara Campoamor y Victoria Kent, dos feministas e izquierdistas muy relevantes. La primera abogaba por el sufragio femenino mientras que la segunda no estaba tan convencida de ello.


Ante la perplejidad de Clara Campoamor, quien no entendía que una mujer defendiera un postulado contra sí misma, Victoria Kent lo argumentaba del siguiente modo: la Iglesia tenía un peso tan grande en la formación moral de las mujeres de aquella época, que si se les permitía votar lo iban a hacer contra sus propios intereses.


Muchos intelectuales izquierdistas estimaron que la piedra angular del poder se encontraba en las relaciones de producción entre asalariados y propietarios. Sin embargo, este ejemplo demuestra que existen otros espacios fundamentales donde se crea hegemonía, los cuales van más allá de la maquinaria estatal.


Como señalaron Gramsci o Althusser, la ideología y el sentido comun los podemos encontrar en la escuela, la Iglesia, la estructura familiar, el cine, la radio,la TV, la prensa, etcétera.

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